Bajo el título “El sentido de la vida”* Roxana Kreimer, licenciada en Filosofía y doctora en Ciencias Sociales, lleva adelante la promoción más espeluznante del suicidio y la eutanasia. En este artículo, una crítica al libro y a la ideología que desacraliza la vida humana, volviéndola una variable más en la economía de lo existente.
En las páginas de “El sentido de la vida”, Roxana Kreimer echa por tierra ese espíritu que ha movido la existencia de innumerables hombres y mujeres que han alcanzado las cumbres más altas de la realización humana a través de la entrega amorosa, para proponer como contrapartida, el individualismo del goce egoísta y la comodidad.
En línea con cierto existencialismo, Kreimer concibe al otro como una barrera a la propia felicidad. Pero ya no otro lejano o desconocido que pone en riesgo la conquista de mis objetivos, sino mi hermano o mi padre, en tanto y en cuanto necesiten de mí y me hagan perder tiempo, dinero o energías con sus problemas. De allí que la autora auspicia la “muerte voluntaria”, inspirada en la demanda creciente de familiares que, por enfermedad o vejez, nos solicitan.
Para Kreimer, la culpa de todo es de la religión —fundamentalmente el judeocristianismo—, que dota a la vida de un sentido sagrado y le confiere al hombre un destino ultraterreno. Anclada en su idea de que la ciencia habría demostrado la imposibilidad de un más allá, se propone hacer más amigable la muerte, como si cayéramos en un sueño profundo. Según Kreimer, pensamos en la finitud como algo cruel cuando gozamos de buena salud, pero “cuando llega la enfermedad y la debilidad que minan nuestro cuerpo, al igual que el cansancio anhela el reposo del sueño, la idea de morir se torna más aceptable o, incluso, deseable”.
Kreimer asegura que “estar a favor de la eutanasia es estar a favor de la vida” y que el suicidio es la opción para evitar las molestias que supone la degradación del cuerpo y de las facultades mentales. En definitiva, “ahorrarse el dolor y las molestias que conducen a la muerte podría convertirse en algo tan natural como ahorrarse un severo dolor de muelas”, señala.
A su vez, la autora no sólo promueve la eutanasia con la liviandad de desplegarla como una muerte a la carta, sino que también exhibe principios eugenésicos, en tanto manifiesta un desprecio considerable por los menos aptos, en sentido darwiniano. Refiriéndose a los ancianos, la autora se pregunta por qué debemos ocuparnos de ellos cuando se van alterando sus facultades y desliza: “Ser oportuno para morir es un acto de excelencia ética”. Del mismo modo, justifica su posición, pues, “los asilos están poblados de ancianos que no recuerdan quiénes son, ni la razón por la que llegaron ahí, ni como se llaman. No reconocen a sus hijos cuando los visitan, no controlan sus esfínteres”. ¿Cómo podemos tolerar que existan tales seres? falta que se pregunte directamente. Además, menciona que hay veces que a los hijos el asilo les cuesta carísimo y se ven obligados a sacrificar su futuro.
Como enseñanza de “El sentido de la vida” concluye Kreimer que “así como los jóvenes caen en la trampa de no practicar el control de la natalidad, los ancianos están en idéntica situación por no practicar el control de su propia muerte”. Así, la denominada “muerte voluntaria”, sería la propuesta superadora de la autora para enfrentar toda situación dolorosa e impedir que el deterioro fruto del paso de los años cumpla su cometido.
Es impactante comprobar cuán distintas pueden ser las concepciones de la vida y fundamentalmente cuando se focaliza en su sentido. No deja de sorprender esta ideología, que le exige a la vida toda una serie de requisitos para ser sostenida y por otro lado, la manera de comprender la vulnerabilidad humana, lejos de toda compasión. La síntesis de Roxana Kreimer es que la vida merece ser vivida solo si se goza de buena salud, se tiene el dinero que se desea y por supuesto, a los padres bien enterrados, no sea cosa que haya que ocuparse de ellos. En suma, es alta la responsabilidad que tenemos para con los demás, máxime cuando se imparten ideas cuyos efectos pueden motorizar decisiones irreversibles.
*KREIMER, Roxana; El sentido de la vida; Longseller; Buenos Aires; 2009
Lo que me pregunto a veces es: ¿por qué los adultos podemos decidir en tantas cosas, pero no podemos decidir en algo tan íntimo y privado como lo es nuestra propia vida? Porque de eso se trata, ¿o no? No es como el aborto, donde se decide sobre la vida de otro individuo y la cosa se puede poner más compleja. Es la decisión sobre la vida de uno. ¿No se puede elegir dónde y cómo morir? ¿No se puede elegir no sufrir más? ¿No se puede elegir no hacer sufrir más a las personas que nos rodean? Evidentemente, para la ley no. ¿Es correcto?
A quienes amamos y disfrutamos la vida se nos hace difícil entender que alguien elija libremente morir. Pero, en virtud de esta incomprensión, negarle al otro ese derecho implica imponer nuestra manera de relacionarnos con la vida como correcta a los demás.
Recomiendo estas 2 lecturas
http://punkrocksong.com.ar/eutanasia-la-polla-records/800/
http://spanish.bilinkis.com/2008/12/derecho-a-morir/
Sobre el sucidio o la eutanasia tengo un pensamiento bastante ambiguo, primero pienso que el que tiene la posibilidad de elegir por la vida y su elección es quitársela, es un cagón. Dicho esto por alguien que no tiene problemas, que no ha sufrido grandes perdidas, que no ha caído en ninguna depresión, entonces es díficil evaluar algo tan dificil como el suicidio desde una posición tan relajada, creo que cada uno debe tomar la decisión de seguir o no con su vida en el momento que lo desee, no creo que nadie piense que matándose está haciendo algo malo, inmoral o lo que sea, pienso que el que se mata decide cortar con lo mas lindo que hay, que es vivir y eso debe ser lo que mas pesa a la hora de tomar quizás la decisión mas dificil que uno pueda tomar.
No habría que descartar que mucha gente con enfermedades como cáncer o Sida en algún momento de la misma bajan los brazos y se dejan morir, eso es suicidarse? No creo, pero seguramente el que lo sufra quiera hacerlo y no por eso va a ser «juzgado» socialmente.
Es decir, no estoy a favor del suicidio pero creo que no debe juzgarse a quienes lo hacen o lo piensa, para mí eh.
Sobre la eutanasia, estoy totalmente a favor de la misma siempre y cuando el enfermo no tenga chances de poder sobrevivir a la enfermedad. Me parece que sobre todo en países del tercer mundo, la muerte de una persona puede salvar la vida de otra.
Muy bueno el espacio.
Saludos
Joaquín y S8P, no veo que la nota tenga una actitud juzgadora hacia las personas que solicitan la eutanasia, si bien no la avala, dice claramente que comprende la situación extrema de haber perdido toda esperanza. Creo, a mi entender, que la nota habla de otra cosa… de esta Sra. que sin tener en cuenta los sentimientos y la voluntad de «esas personas» a las que ella cree desechables, como ancianos, enfermos, etc. los invita a replantearse su exixtencia. Considerando ella que la mejor decisión sería ponerle un fin «ético» a su vida debido a las incomodidades que causan a las personas responsables por ellas. «Etic0»??? Si, seguramente la éticade la muerte… Me parece una actitus sumamante egoísta… acá no se trata de si la persona quiere o no ponerle fin a su vida, a su sufrimiento (que en ese caso no se la podría juzgar jamás) se trata de poner ante todo «mi comodidad» ante esa persona enferma, ya sea física o espiritualmente, que sufre, en vez de acompañarla a transitar esa enfermedad o ese último momento de la vida.
Javier, quiero felicitarte por la página. Me la envió una amiga y me parece súper interesante! Mucha suerte con este proyecto!
Cata
Cata, mi idea fue mas a la decisión de la persona que padece (siempre y cuando lo pueda hacer). El acompañamiento de un enfermo terminal, llamemoslo vegetal, no lo comprendo, y no por ser egoísta si no porque aunque esa persona no lo pueda expresar seguramente lo que mas quiere es morir, sin dudas.
Egoísta me parece que uno por no querer perder al ser querido estire su agonía, no sé, pienso que es un tema de debate largo y dificil, sobre todo quien no vivió ese momento.
Saludos, Javier muy buena página, me la recomendó un amigo (?)
Siempre dije que no juzgo a la persona que toma la decisión de quitarse la vida o que pide asistencia para morir, sí cuestiono una ideología que entiende que la vida merece la pena vivirse sólo en ciertas condiciones, como si el dolor o el sufrimiento no fueran componentes esenciales de la vida. Me da la impresión que en el mundo que vivimos nos vendieron -y logró instalarse- esa idea de confort, de búsqueda desmesurada de placer o una extraña libertad de sólo «hacer lo que quiero» (y ahí el rostro del otro atenta contra mi, pues su mera existencia me demanda), al punto tal que apenas emerge un fracaso, una desilusión o algo que no espero y todo se desmorona, ya nada tiene sentido… porque en definitiva el mundo no es como yo quiero que sea. En otras palabras, si partimos de una negación absoluto al sufrimiento seremos unos infelices, porque lamentablemente es parte de la vida, está a la vuelta de la esquina, no se puede cerrar los ojos frente a esa realidad. No obstante creo que el dolor puede resignificarse.
Por último, mi crítica encendida a Kreimer es que pone a los viejos como seres infrahumanos (menos derechos, menos dignidad) por el simple hecho de que su organismo comienza a deteriorarse y claro, ahí la vida color de rosa (esa que le da vuelta la cara al sufrimiento), la de los parientes, sin mediar caridad alguna, ve su comodidad venirse abajo y la conclusión de la autora: hay momentos en que hay que pensar si no es mejor matarse, pero no en relación a uno mismo , sino como diciendo «viejo, me estás rompiendo demasiado con los remedios, que la enfermera, la internación, etc, cuando te estás por morir, porqué no te copás y apuranos el trámite».
Es la expresión más vaciada, no ya de amor al prójimo, como fórmula que me puede ser indiferente, sino amor a quien me dio la vida, mi padre, mi madre… quien lo dio todo por mi, mas yo no me puedo sacrificar.
Me vuelvo a enganchar! Joaquín, S8P, Cata, mil gracias por sus opiniones, me encantó su participación.
Javier
[…] este artículo presento la otra cara de una misma realidad que publicara en “Una guía al suicidio y la eutanasia” días atrás en este sitio. Así como hay quienes propician la muerte para quienes se van poniendo […]
Hay algo que hace despreciable a todos estos pensadores de la muerte, y es el hecho de que están vivos. No me refiero a que les desee la muerte, sino a que piensan la muerte en tercera persona, hacen de ella un problema y no un misterio, como señalara Gabriel Marcel. Su pretendido afán de encontrar sentido a la vida a la luz de la muerte, es producto de un pensamiento necropsado incapaz de ser coherente con lo que propone. ¿Quieres encontrarle sentido a la vida a la luz de la muerte? ¿quieres pensar la muerte? Pues primero tienes que situarte cara a cara con ella, no en el ámbito difuso de un pensamiento que no se muere, sino en el ámbito trágico de un ser querido que se te muere, que agoniza junto a ti, y al que no puedes pedirle que tenga paciencia porque dentro de poco mejorará, porque sabes que no va a mejorar que se pondrá peor. ¿Cuál es la solución que nos propone el pensamiento necropsado? la eutanasia. Pintan con el barniz de los derechos, la esterilidad de su razón de poderle dar sentido a la muerte. Convierten en una loa a la libertad, su fracaso de encontrar un sentido al morir. Por eso los ancianos y los enfermos incurables se tornan una molestia, porque ponen en evidencia lo falaz de su planteamiento utilitarista y hedónico. No tenemos respuestas para esos estados porque hemos despreciado los valores eternos.
los soflamas sobre que la muerte es un modo de curar, es tan válido como decir que decapitar a las personas es un modo de curarles el dolor de muelas o de cabeza.
Coincido con Carlos, en que se piensa la muerte en tercera persona. Solo algunos pocos, y seguramente sea por haber estado cara a cara con ella, somos los que podemos pensar en la muerte en primera persona.
La conciencia de nuestra finitud y la innegable existencia de la muerte nos pone en un sitio de incomodidad, de angustia y hasta de desesperación. Aquellos que han negado la muerte y se encuentran con ella, no pueden soportar la angustia de sentirse mortales y de no ser omnipotentes.
La muerte nos pone frente a frente con nosotros mismos, y no muchos están preparados para hacerlo.
Aquellos, que por el contrario, pensamos la muerte no como algo trágico sino como el final de algo hermoso, vivimos con la urgencia y la tensión de que nuestro final, sea en paz, con la seguridad de haber hecho aquello que sentíamos desde lo más profundo del alma.
Como dice Santiago Kovadloff «no vamos hacia a la muerte, vamos con ella. Por que la muerte nos constituye»….del libro «El enigma del sufrimiento», que recomiendo su lectura.
Adrián.
Como seguramente todos sabrán, esta semana falleció Rubén Juárez, víctima de un cáncer que había contraído hace aproximadamente dos años.
Ayer estaba mirando TV, cuando en el noticiero anunciaron que iba a hablar la hija del bandoneonísta, con un titular que decía “…pide por una ley para la muerte digna”.
Debo admitir que mis prejuicios, mi experiencia con este tipo de enfermedad y lo reciente de la muerte de su padre, me predispusieron para escuchar de Lucila (así se llama) un relato a favor de la eutanasia, no porque esté a favor de ella, sino porque es un momento de extrema sensibilidad para los seres queridos, después de tanto tiempo de sufrimiento.
En el inicio de la charla Lucila hizo una pequeña aclaración diciendo que en primer lugar hablaba desde la impotencia y el dolor de haber perdido a su padre hacía unas horas. Y en segundo lugar desde su falta de conocimiento de los protocolos médicos y éticos de la ciencia.
Si. Todo hacía pensar que su discurso sería a favor de la eutanasia.
Me equivoqué!… Lucila planteó una muerte digna, desde la perspectiva del paciente y de sus seres queridos. Ella quiere que se modifiquen procedimientos médicos (en todo momento recalcó con mucha humildad que no los conocía en detalle) para que se le permita a los enfermos terminales poder pasar más tiempo con sus seres queridos, cerca de ellos, diciendo sus últimas palabras, en definitiva pidió por una despedida digna de la vida y del camino recorrido con sus seres queridos. Pidió por una convivencia entre las máquinas (que tenía conectadas su padres), los seres queridos del paciente, y los demás pacientes internados.
En los momentos finales ¿que es mejor?, ¿respetar los estrictos horarios de visita o dejar que el paciente viva sus últimos momentos junto a sus seres queridos?
Esto pidió Lucila en un momento tremendo de impotencia y de dolor. Solo pidió que se debata sobre una muerte digna cercana a los afectos, al amor de sus seres queridos… a decir aquellas cosas que se sienten y que tal vez nunca se dijeron… una oportunidad para la despedida en paz.
Aquellos que alguna vez hemos pasado días enteros en un hospital, esperando esos 15 minutos (horarios de terapia intensiva) para ver a algún ser querido, sabemos de lo angustiante que es comprender la finitud del tiempo, la desesperación por volver a verlo en la próxima visita, la impotencia de esa despedida que tal vez nunca podamos hacer como realmente sentimos, esas palabras que queremos decir y no podemos.
Me pregunto ¿cuantos se habrían encolumnado detrás de la lucha de Lucila, si ella después de describir la crueldad de la enfermedad hubiera pedido por la eutanasia?. Muchos. Seguramente hoy sería un tema de debate en muchos medios.
Pero Lucila, fue mucho menos “mediática”, porque no habló de la crueldad de la enfermedad ni del sufrimiento del cuerpo, solo habló del alma, del corazón y de sus sentimientos para despedir a su padre.
Cuando terminé de ver la entrevista (movilizado por haber pasado por experiencias similares) pensé en Acto y Potencia, y los debates de “Una guía al suicidio” y “Donde se respira la dignidad humana” y es por ello que escribí. Porque seguramente no tenga la repercusión que muchos desearíamos, por eso estas líneas en este espacio de vida.
Seguramente la entrevista debe estar en algún sitio de Internet. No tuve la oportunidad de verla nuevamente, pero les aseguro que es realmente emotiva.
Un abrazo para todos.
i like it 😉
¿Que tiene que ver el suicidio con el sentido?
Luisa, me gustaría saber tu opinión, pero a mi criterio pienso que probablemente el suicidio implique la perdida del sentido, por lo menos del sentido de la vida.
[…] a quien le dedicáramos una severa crítica de su libro “El sentido de la vida” http://www.actoypotencia.com.ar/2010/02/una-guia-al-suicidio-y-la-eutanasia/. Muy interesante debate para advertir las diferentes posiciones frente a “lo […]