Primera parte de la ponencia que presenté en Córdoba el 29 de abril de 2010 en el marco del I Encuentro Iberoamericano de Personalismo Comunitario. Los próximos días subiré la parte restante.
Como graduado de la Universidad de Buenos Aires y de la Facultad de Ciencias Sociales puntualmente, presentaré un análisis sobre los asuntos que separan a esa casa de estudios del pensamiento personalista y al mismo tiempo señalaré algunos puntos de encuentro, desde las perspectivas de una fructífera interrelación futura.
De entrada vale decir que Ciencias Sociales es hoy un ámbito ajeno al personalismo. Reina allí una filosofía instalada en postulados neomarxistas, estructuralistas y posestructuralistas, que es esquiva a la persona humana y su dignidad, mas no por existir alguna hostilidad hacia los precursores de nuestra corriente o por haber abandonado toda expectativa en el hombre, sino porque estudia el fenómeno social desde un exacerbado enfoque en “lo externo”. Así, las estructuras sociales y las instituciones son la causa y consecuencia de todo acontecer y a lo sumo cabe indagar el papel del individuo o del sujeto en ese escenario, que las más de las veces es un mero engranaje de una realidad que lo devora.
No obstante esta primera caracterización creo posible un camino de diálogo y encuentro entre el pensamiento hegemónico de la UBA, o del “establishment intelectual” de nuestros días, y lo que el personalismo tiene para aportar, desde lo individual como desde lo colectivo. Uno de los asuntos que cabe destacarse del pensamiento universitario de nuestros días es la vigente rebeldía ante la injusticia social, el atropellamiento de derechos y el clamor por una democracia más representativa en donde cada uno pueda tener voz.
Mi experiencia
Yo me gradué en Ciencias de la Comunicación, que a diferencia de lo que la mayoría espera como ciencia práctica orientada al periodismo y la publicidad, es una carrera de fuerte peso sociológico y filosófico que entiende a la comunicación como el modo de desenvolvimiento de una sociedad, estudia su cultura y la manera en que produce sentido.
No tenía contacto con el personalismo ni con sus principales figuras, no obstante un pensar que diera cauce a la espiritualidad humana, es decir, entendiendo al hombre más allá de lo que lo determina y trascendiendo sus dimensiones biológica y psicológica, era algo que aguardaba.
Mientras tanto la Universidad presentaba un hombre absolutamente determinado por el lugar que ocupa en los medios de producción, en otras palabras, en la escala social (y cómo una cultura que va de arriba abajo establece una significación que en todos los casos hay que invertir); o bien el peso incontrastable de lo simbólico y cultural determinando al sujeto (y algunos hablan de sujeto sujetado), en donde cualquier aspiración de autonomía se esfuma. Es así como desde la sociología, la economía y la psicología, el hombre no es más que un resultado preestablecido y sólo queda la “esperanza” de derrumbar ese sistema culpable de toda injusticia.
Ahora bien, no voy a expresar tampoco el pensamiento cándido de no ver cuánto conspira contra la libertad humana desde las instituciones de la sociedad y cómo pareciera existir un entramado en donde se manifiesta una correlación entre mi lugar (geográfico y social) de nacimiento y mis posibilidades de desarrollo. Quienes crecen en un marco de carencias materiales o educativas van a tener un sinfín de dificultades para cambiar su legado y edificar un camino diferente. La drogadicción, la violencia y la delincuencia estarán al acecho; pero bajo ningún concepto puede esto definirse de antemano, negando así toda dignidad a la persona y reduciéndola a una resultante de variables.
Aun flota en el ambiente la alternativa que reedita “la lucha”, y una serie de significantes dominan la escena: el capitalismo imperialista, las multinacionales, el neoliberalismo, el estar dentro o fuera del sistema (y si uno trabaja en una empresa de capitales extranjeros debe sentirse cuanto menos culpable).
Denunciando así al medio, algo que es necesario pero no suficiente, nunca me hago cargo de mí mismo o de las posibilidades -por más adversas o estructurales que fueran- de construir mí vida. Por suerte y en el mismo marco de la Universidad encontramos elementos divergentes a este absolutismo sociológico existencial, como en el filósofo francés Castoriadis, que entrevé la eventualidad, compleja por cierto, de dictarme las propias leyes y aspirar a una autonomía individual y colectiva.
Descubrir el personalismo
Todos los años de esa larga carrera me peleaba con los autores, buscando en bibliografía por fuera de la curricular otros pensamientos en los que me sintiera más identificado. De esa manera di con un libro que marcó mi pensamiento y lo direccionó. En casa de mi abuelo encontré un volumen de 600 páginas de Jacques Maritain llamado Filosofía Moral. En ese libro el autor desarrollaba un examen histórico-crítico de los grandes sistemas y ponía al hombre en una posición que me entusiasmaba: “ni la pura materia, nacida de las entrañas del universo, ni el puro espíritu, abstracción angélica de la naturaleza del hombre”[1].
Para ese entonces, de la mano de una ferviente conversión religiosa en la que de forma personal entablaba un vínculo singular con Dios, las lecturas de Maritain y mis búsquedas de otros pensadores católicos marcaban la trama de mi formación filosófica. En ese contexto afronto la materia Principales Corrientes del Pensamiento Contemporáneo y presento como trabajo final “La revolución inconclusa del amor”, un ensayo que recorría las distintas revoluciones y planteaba que la única que valía la pena llevar a cabo era la iniciada por Jesús de Nazareth dos mil años atrás. Primera prueba triunfante por defender una postura propia frente al corpus universitario.
Sin notarlo comenzaba una militancia meramente personalista, que me hacía cuestionar con mayor firmeza los postulados canónicos de la Facultad de Ciencias Sociales.
Tesis
Antes de abordar mi propuesta para el personalismo que viene y la oportunidad que se le presenta en el ámbito académico, comentaré la culminación de mi carrera, cuando presenté y defendí con éxito la tesis titulada: “La dimensión espiritual del hombre. Claves para un proyecto de autonomía”[2].
Todos esos años de cursada con mi pelea intelectual a cuestas me fueron preparando al momento en que pueda decir sin tapujos cuál era mi posición respecto a todos esos asuntos. Y así lo hice. Pese al consejo de varias personas que “pensando en lo mejor para mí” trataban de desalentarme con el proyecto, porque como bien decían “presentá lo que quieren escuchar, recibite y después tenés toda la vida para escribir de lo que quieras”. Lo que no entendían era que más allá de desmotivarme absolutamente el escribir sobre algo que no me apasionara, era una prueba, un desafío por ver para mí mismo, hasta qué punto valía la pena esta vocación intelectual y si soportaría la presión de mantenerme a flote en una instancia tan importante.
En definitiva y pese a los resquemores obtuve la mejor calificación en la defensa del ensayo. Ese día descubrí que el vector de un pensamiento personalista, y el hegemónico, representado por la Universidad, no tienen porqué ser antagónicos. Los puntos de encuentro están. Ahora, es menester abandonar el dogmatismo. El profesor Sergio Caletti, actual decano de la Facultad de Ciencias Sociales, me dio una gran lección. Pese a algunas diferencias vaya a saber uno si conciliables, Caletti me alentó al irme ya graduado: “no te diluyas, seguí escribiendo”.
Desde entonces mis lecturas personalistas se han reforzado, aunque también valoro y creo una misión el adentrarme en otros autores de pensamiento distinto, que aportan a un debate fructífero para un pensamiento cada vez más humano. Mi experiencia en la UBA de ninguna manera fue traumática, de hecho volvería a elegirla. Me dio herramientas para un pensamiento autónomo, crítico y me obligó a formarme para afincar una posición respecto de ciertas creencias sociales, planteándome desafíos crecientes.
A pesar de las grandes diferencias con el personalismo hay un terreno para el camino compartido, aunque hay que decirlo sin rodeos, siempre y cuando no se parta desde Dios como un absoluto. En el plano del conocimiento, Dios no puede darse por sentado, de antemano, o esperar que los demás compartan una predisposición a lo divino. Desde mi humilde experiencia en la universidad pública y como creyente católico, considero que en todos los ámbitos puede llegarse a Dios mas no siempre como punto de partida.
[1] Maritain, Jacques; Filosofía Moral; Ediciones Morata; Madrid, 1966
[2] En “La dimensión espiritual del hombre”, planteaba la pregunta antropológica por excelencia: “qué” somos o mejor dicho -y con Julián Marías- “quiénes” somos. Desde una mirada integral del hombre, considerando la dimensión espiritual además de la biológica y psicológica, posicionaba el problema de Dios como algo en rigor ineludible aunque muchas veces postergado. Asimismo, la tesis abordaba el pensamiento de los “filósofos de la sospecha” y debatía con ellos acerca de la muerte de Dios, decretada en el siglo XIX.
Mi querido Javier:
he leido la primera parte de tu ponencia, que me pareció realmente
interesante y bien escrita. El texto denota tu intensa búsqueda y tu
capacidad de buscar un espacio de intersección entre dioferentes campos
ideológicos.
Al leerla me preguntaba ¿en la casa de cuál abuelo encontrste el libro de
Jacques Maritain? en la de Coco?
Me parece fantástico que, al presentar tu tesis, hayas planteado tu tema de
interés tan ligado a la postura ideológica que lo sustentaba; y que no te
dejaste amedrentar por quienes te indicaban (probablemente con amor) que
presentes algo menos combativo.
En relación al texto, un par de comenterios. No he leido nada referente al
Personalismo (y eso me averguenza un poco, pero bueno, ya lo haré, en
serio), así que mi ignorancia me impide hablar con demasiada autoridad.
Igual te digo, una de las cosas que escribis y que más me impactó fue
«pero bajo ningún concepto puede esto definirse de antemano, negando así
toda dignidad a la persona y reduciéndola a una resultante de variables».
Realmente (no idealmente) ¿crees que en LA REALIDAD es así? Yo pienso,
ojalá lo fuera!!!!!!
La otra cuestión, te referís a la «ferviente conversión religiosa en la que
de forma personal entablaba un vínculo singular con Dios», entonces? el
Personalismo es sólo para quiénes creen en Dios?
Pero lo mejor, es que tu texto conduce a la reflexión y al debate!!!!!
Un abrazo, fuerte
Matilde
Hola Matilde
Valoro especialmente tu intervención, que devuelve con inquietudes lo que uno intenta proponer. Te cuento que el abuelo sí es Coco jaja… nosotros no le decíamos así, pero sí, es Nino! Y el libro supongo era de Pablo de su época de seminarista.
Sobre la primera cuestión: estoy convencido que el hombre, todo hombre, más allá del condicionamiento en que pueda verse afectado, jamás puede concebírselo o evaluar su desenvolvimiento desde lo «absolutamente» esperable. Es decir, a fin de cuentas siempre existe la posibilidad de responder de otra manera al estímulo que lo pone a prueba, aunque estadísticamente prime lo esperable.
El personalismo no presupone a Dios ni la creencia. En mi caso particular coincidió mi despertar a la fe con una revalorización de la persona humana. El personalismo está abierto a quien no cree, es más, se valora como heroico cierto anarquismo (no destructivo) que aspiraba a alcanzar una dignidad en el hombre y se embarcaba en esa lucha sin siquiera esperar tras la muerte una recompensa, como es el cielo para los cristianos.
Por último no creo haber agotado tu inquietud, así que abrimos el juego a otras opiniones que pueden sumar en este sentido.
Te mando un beso grande y gracias por tu aporte
Javier
Voy a por la segunda parte, pero quería decirte que me parece muy interesante tu respuesta a la pregunta de Matilde sobre si el Personalismo es sólo para creyentes. Mi respuesta a esa pregunta siempre ha sido no, y en esa batalla camino, desde mi fe sin militancia en religión concreta hoy por hoy, pero entendiendo que la gente reaccione así, pues sólo parecen referirse al personalismo quienes militan en la Iglesia Católica. Llevo un tiempo hablando de esto en ambientes musulmanes, y te diré que me está sirviendo al menos para abrirle puertas, pero aún queda el ateísmo. De momento eso se queda en un diálogo con Camus a través de L’homme revolté.