Una reflexión en torno a la protesta ciudadana y una experiencia personal
Después de una nueva convocatoria multitudinaria crítica para con el gobierno, surgen muchas reflexiones. ¿Sirve de algo que nos movilicemos? ¿si toda esta energía no se capitaliza en una alternativa de oposición, vale la pena salir a la calle? Yo creo sinceramente que sí, que vale mucho.
Muchos de nosotros en algún momento nos preguntamos para qué ir al 13S o al 8N primero, y al 18A después, y el sentido primordial se encuentra en la misma acción. Hoy los medios insisten en cuestionar la eficacia que pueden tener estas manifestaciones a la hora de que se promueva un cambio, una renovación política y concretamente que esa fuerza pueda plasmarse con éxito en futuras elecciones. Lo cierto es que la historia no siempre se desenvuelve en respuesta a diagnósticos e hipótesis previamente elucubrados. Prima la incertidumbre y en algunos casos la ansiedad de ver finalmente qué va a pasar con todas estas manifestaciones, pero lo importante es que vastos sectores de la ciudadanía salieron a la calle y en la misma acción de salir se teje la esperanza.
Hay muchos análisis políticos que pueden hacerse, no obstante la intención de este artículo es compartir una convicción que se funda en una pequeñísima experiencia personal. Con mi hijo de 5 años solemos rezar todas las noches tanto para agradecer por las cosas lindas de ese día, para que nadie tenga pesadillas, que los ladrones se hagan buenos y que los pobres puedan tener casa y comida (sic). Ayer volvíamos en auto con la familia y en un semáforo una joven se acerca a ofrecer panes de campo que había horneado con la intención de venderlos y así juntar el mango tan necesario. Esa noche no rezamos “por los pobres”, rezamos por esa chica a la que habíamos ayudado. Y más allá de lo rico que puede ser compartir la espiritualidad con los hijos, pensaba en el valor del gesto de esa joven, con quien apenas intercambiamos las palabras justas y necesarias, que había salido de su casa en busca de una solución a sus problemas. Probablemente resonaran en su cabeza muchas dudas sobre el grado en que la venta ambulante pudiera ser la solución a sus ingresos, sin embargo elegía no quedarse encerrada a la espera de la idea genial y superando sus inquietudes salía a vender el fruto dignísimo de su trabajo. Si esta chica no salía a la calle, no hubiéramos podido ayudarla ni tampoco hubiéramos rezado por ella.
En un plano mucho más complejo y con tantas variables en juego, creo que el gesto de salir es esperanzador en sí mismo, pone en movimiento, abre al encuentro y uno nunca sabe qué puede depararle el destino cuando se echa el paso. Si muchos de nosotros creemos que es posible que vivamos en un país donde nuestros dirigentes no nos roben y en cambio trabajen servicialmente para hacer de esta nación una tierra de oportunidades, de desarrollo, la primera acción de fe, debe ser la confianza puesta en movimiento. Tenemos que agruparnos, movilizarnos y denunciar el atropello. Ahora bien, qué va a pasar, no lo sé. Pero sí intuyo vientos de cambio. El testimonio contagia mucho más que las palabras y la acción no sólo estimula a los demás, sino que también nos libera a nosotros mismos de la quietud, de la angustia por la incertidumbre. Salir a la calle es apostar y sólo Dios sabe cómo sigue la historia. Mientras tanto, exigir que las cosas sean como deban ser, es el primer paso.
Sirve y mucho! Comparto totalmente tu reflexión. Sumo a lo que tan bien expresaste sobre la esperanza y la acción que l marcha no solo sirve para dar testimonio de participación ciudadana también alienta a los que tienen miedo, a los indiferentes, a los perezosos.
Marchar en paz, con respeto y orden sin romper, sin ensuciar, compartiendo con gente que nunca hemos visto nos hace sentir acompañados y más fuertes para reclamar con voz potente lo que corresponde.
Un pueblo que participa y marcha en paz frente al abuso de poder si no logra sus objetivos en el corto plazo sin duda crecerá en formación democrática y en las próximas elecciones votará mejor.
Totalmente Claudia!! es tal cual vos decís, además de dar esperanza a uno, por ponerse en movimiento, también sacude a los indiferentes y envalentona a los que tienen miedo. En clave con tu comentario pienso en la Corte Suprema y los jueces.
No comprometernos en esta historia nos puede costar muy caro, pacíficamente debemos expresarnos y hacer oídos sordos a la mediocridad que especula con los miedos que paralizan a la gente. Sigamos el camino de la presencia ciudadana que defiende los valores de libertad y honestidad. Saludos.
Gracias Alberto. Coincido plenamente. Son momentos difíciles, pero no hay que aflojar!!!
Gracias Javier por tu hermosa y sabia reflexión. Creo que cuando sentimos que la esperanza del otro camina con la nuestra, es el momento en que renace la magia de reconocernos «todos uno» o «cuerpo místico» y esto se ve sólo en la acción, en el caminar juntos, y sobre todo en el padecer juntos… Lo que nos está sucediendo es maravilloso aunque muy difícil de dimensionar todavía, y creo que muy pronto comenzaremos a ver cómo Dios va obrando silenciosamente en esta historia que comenzamos a gestar desde el compromiso de la Acción, la Paz, y la Unidad de un pueblo que lentamente va perdiendo el miedo a ser protagonista, a asumir su verdadero destino de grandeza.
Inés, gracias por tus palabras. También pienso que hay otras fuerzas obrando de las que ni el más minucioso análisis político puede avizorar. La esperanza se teje de modo misterioso, pero solo se experimenta en la acción comprometida y en la convicción de que las cosas pueden ser de diferente manera, aunque los medios no sean del todo explícitos. Beso grande!
Parecerá más simple que otras notas tuyas JAVI pero le encuentro mucho mucho MUCHÍSIMO contenido…de esas tuyas que te llaman a la reflexión. Congrats, con este punto de vista si coincido! 😉
El objetivo de una marcha (por lo general) no es tomar por asalto el poder. Y en este caso seguro que no lo es, por lo tanto las críticas de aquellos que sostienen que no sirven para nada son totalmente inmerecidas y hasta diría, deshonestas, porque le imponen un nivel de expectativa política sin fundamento fáctico para luego poder fundar sus argumentos relativos al fracaso de la misma.
En una democracia rígida, sin sistemas semi-directos, donde los canales para la participación ciudadana están limitados al voto periódico, la marcha aparece casi como el único medio para que los ciudadanos apartidarios se hagan escuchar, más aún, dejan entrever los cambios en la civilidad, en las formas y contenidos de la idea de ciudadanía. Nadie espera que la masa gobierne, mas eso no implica que sean irrelevantes por no producir una transformación inmediata. Permiten inferir ánimos, percepciones, son el síntoma visible de lo que poco a poco empieza a cambiar y quizás algún día se cristalice en una propuesta político-partidaria que la cobije.
Hasta entonces, al menos sabremos que hemos hecho todo lo que teníamos a nuestro alcance y quienes historien este período no podrán decir que a la sociedad sólo le importó cuidar su bolsillo.
Pablo, coincido plenamente. Gracias por el comentario. También pienso en la idea de síntoma… y creo que más adelante veremos el hilo conductor de algo grande, que empezó con estas manifestaciones. Un abrazo!