Una reflexión en torno al crimen de Ángeles Rawson
La brutal muerte de Ángeles Rawson, como un mazazo que nos sacude violentamente y nos deja consternados, puede convertirse en una oportunidad –penosa, por cierto- para hacernos algunas preguntas. Me resulta inevitable cuestionarme sobre el tipo de sociedad que estamos construyendo. Independientemente de si fuera un caso más o menos aislado, no deja de ser síntoma de otra cosa que oculta su rostro de lo evidente. De lo que no hay dudas, es que el asesinato de Ángeles nos pone ante un escollo que no puede sortearse con liviandad: nos exige una respuesta.
En un tiempo en que se relativizan todos los valores, me surge una primera impresión: el mal existe. Ya no se trata de si “es malo para mí” o si “a mí me parece que algo está mal”. En casos como este, la realidad es pre-reflexiva. El mal nos zamarrea de prepo, nos cachetea y se anticipa a la tentación perspectivista del mundo.
La segunda impresión, es que ese mal que se manifiesta con tan siniestro ímpetu es consecuencia del bien que dejamos de hacer. Porque también hay un bien que no es “para mí” o “para vos”. La entrega generosa, el compromiso desinteresado, el compartir, la espera en el otro, la confianza, el amor, o bien, la ausencia recurrente de todas estas cualidades, hacen que de golpe y porrazo quedemos pasmados ante una situación tan dolorosa.
No obstante tengo la esperanza de que muchos de nosotros volvamos la mirada hacia dentro y nos preguntemos, mientras tanto, ¿a qué causa estoy sirviendo? Todas mis preocupaciones, mis objetivos, mis energías, ¿en dónde las estoy poniendo? ¿Qué busco tras todo lo que me propongo?
Ni un asesino ni un violador salen de un repollo. Y si un ser humano puede actuar con tanta vileza, no creo que sea producto del azar, o como se contentan algunos en concluir “porque es un hijo de su madre”. Nadie puede provocar un daño tan profundo de modo gratuito. Incluso si el homicida fuera un enfermo, ¿nadie se ocupó de él? ¿nadie se esmeró en contenerlo? pues entiendo que ni las patologías más perversas se desencadenan de la noche a la mañana.
Creo honestamente que no estamos eligiendo el bien, o al menos con el vigor que se requiere. No estamos optando por el bien como una decisión, como un valor fundamental que determina nuestra constitución como personas. Parecen ser tanto más importantes otros valores hoy, que cultivar las virtudes. Y en este sentido no creo que el culto al dinero o al poder, la apariencia y la codicia sean aspectos absolutamente desligados de manifestaciones como las que hoy lamentamos. Si por el contrario, antes de aprender cómo ganar dinero para «ser alguien en la vida”, enseñamos y testimoniamos el amor como vocación primera, no sólo evitaríamos muertes como la de Angeles sino que abonaríamos a otro modo de vida colectiva.
Javi, mi opinión es que es demasiado, creo que hay muchos males evitables mucho más cercanos a esto y que no se contienen, es decir antes de llegar a algo como esto hay mucho camino por recorrer y considero que la humanidad no llegó ni llegará nunca a ese nivel, es como poner el carro adelante de los caballos.
Abrazo.
Checho.
José, creo que tu mirada es muy realista. Yo tampoco creo que la humanidad algún día resolverá todos sus conflictos y convertiremos este mundo en un reino de paz y amor, está claro. Pero entre cómo vivimos y cómo podemos vivir, pienso que vale la pena apuntar a lo más noble, a lo que nos implica un esfuerzo y nos obliga a superarnos, aunque «objetivamente» nunca transformemos esas problemáticas en su totalidad. Sin embargo, me importa poco lo «objetivo» o bien pretendo que ese posicionamiento frío, especulativo, no me determine. En última instancia, el realismo deviene en conformiso y el conformismo en mediocridad. Aspiremos a lo máximo, despúes veamos hasta donde podemos llegar. Gracias por tu comentario!
La importancia y trascendencia de aprender a distinguir el valor de cada valor y por tanto su justa ubicación para guía de nuestras decisiones y acciones de todos los días. La cultura del poder y del dinero, asociado al mundo de lo superfluo, se introducen no solo en nuestro entorno, sino en nuestra intimidad, en la medida en que dejamos atrás el interés por el cultivo de las virtudes.
Me agrada mucho la idea de que el origen del mal es corresponsabilidad de todos.
En efecto, en la medida en que omitimos hacer el bien que debemos, permitimos que el mal ahonde sus raíces.
Así que … a hacer el bien, como corresponde!
Muchas gracias.
Gracias Ana por tu reflexión. Sí, en cierta medida creo que es así, somos corresponsables de cuanto nos pasa. Más si entendemos nuestro ser persona o nuestra constitución individual como posible a partir de un tú.
Ante un hecho tan horroroso me surgen muchas pregunta:s acerca de la naturaleza del mal, las causas que llevan a una persona a cometer atrocidades contra otra, si eso es enfermedad o maldad.
El bien que dejamos de hacer… esto es importante que lo remarcaras. Alrededor nuestro, muy, pero muy proximas, hay personas que necesitan de nosotros. Lo que podamos darle y un poco mas. Y otros cientos de posibilidades de involucrarnos en el sosten de otros seres humanos. Esto se encuentra en algunos sectores, ignorado, y en otros, se practica y no se conoce. No dejemos que se pierda. Javier, saludos!
María Inés, qué alegría verte de nuevo por acá!! estoy de acuerdo en lo que decís y creo que en parte le contestás al cometario de José. De eso se trata, de lo que está al alcance de nuestra mano. Por supuesto que ni vos ni yo tenemos responsabilidad directa sobre el crimen de alguien que jamás conocimos, pero ahí está la clave de la reflexión, me parece, y que está en nuestro entorno. Sin dudas que es un desafío para todos, pues a veces ese entorno es el que más descuidamos.
Estoy en todo de acuerdo con vos, Javier. Yo mencione lo que esta a mi alcance, y el de personas comunes, y creo que la suma de todos los actos en pos de la solidaridad y el «me importa el otro» «me importa lo que pasa afuera», y reflexionar sobre esto que paso esta buenisimo.
A veces un llamado telefonico puede cambiar el dia de una persona, y hasta la vida… ¿por que no?