Hoy en día (casi) todo el mundo está de acuerdo con los Derechos Humanos, con su declaración de 1948 y el sinfín de cartas internacionales y declaraciones que en ellos se basan. Del mismo modo se adhiere al humanismo, en tanto reserva un lugar central a la persona humana y su dignidad. Sin embargo, este posicionamiento cada vez más abstracto y declamativo se da de bruces con la pena de muerte, el aborto y la eutanasia, casualmente sostenidos fundamentalmente en los países más desarrollados y progresistas. En este marco de escandalosa contradicción, el filósofo costarricense Esteban Beltrán Ulate* presenta un valioso trabajo en donde estudia las posibilidades para una ética levinasiana, es decir, inspirada en el pensamiento de Emmanuel Levinas y cuáles serían sus principales desafíos. A grosso modo, Levinas identifica el rostro del otro, como el mandato ético por excelencia, del cual brota el imperativo del «no matrás». Para el pensador lituano el ser humano se descubre solamente en su relación con los demás, relación que da paso a la responsabilidad y que actúa como cordón umbilical de la humanidad. Siguiendo el análisis de Beltrán, que se propone desarrollar una bioética desde el principio de alteridad, cada vez que se inflige la dignidad de una persona, se afecta a la humanidad en su conjunto. De su texto se desprenden dos opciones como marco para esta ética levinasiana (o para un nuevo humanismo, diríamos nosotros) que son las de reproducir los esquemas de una sociedad individualista, que muestra una ‘alergia’ hacia el Otro, reduciendo a cada ser humano a su condición material y a su carácter de productividad; o una sociedad verdaderamente comunitaria que acoge al otro sin importar su condición, género, ideología o religión. Por último, a modo de introducción al artículo de Beltrán, recordamos el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, que en su artículo tercero dice:
Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.
Cómo en nombre de estos derechos universalizados y banderas del progreso y el desarrollo se amparan la pena de muerte, el aborto y la eutanasia, es sin dudas uno de los mayores signos de contradicción y escándalo de nuestro tiempo.
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*Beltrán, E. J. (Enero-junio, 2017). Prolegómenos para una bioética desde el principio de alteridad. Revista humanidades, 7(1), 1-27. doi: http://dx.doi.org/10.15517/h.v7i1.27621
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